NO ME BAÑO

Hay una pregunta que se me viene a la mente: ¿Qué se requiere para ser un gran artista, me refiero a un artista verdadero? Creo que cuando es así nos dan algo que no obtenemos de ningún otro lugar o persona. 

Una posible respuesta podría ser vivir en un estado de conciencia liviana, en el presente, sin pensar mucho en el pasado, tampoco tanto en el futuro, como cuando haces una bomba en la calle y seguís viaje. Un acto explosivo, espontáneo, a veces un poco premeditado; quizás ya conocen esa pared y pasan seguido por ahí y siempre piensan ‘tengo que rayar esto en algún momento’, pero aún siendo así, el momento de ejecución siempre es espontáneo, adrenalínico: es acción pura. 

Creo que ese impulso creativo un verdadero artista lo lleva a todos los aspectos de su vida. Con esto no quiero decir que por eso sean irresponsables, o tengan una falta de compromiso en general, sino lo opuesto, les permite vivir relajados. 

Tengo la suerte de conocer a Las Moskas personalmente y siempre se han mostrado predispuestas a que las cosas sucedan. Hace poco, cuando conocí al segundo Moska (no es que una sea más importante que la otra, simplemente voy a referirme como Moska 1 y Moska 2 por una cuestión temporal), me dio un abrazo con una energía que me hizo temblar, pensé: este tipo lleva bien cuidado a su niño interno, lo deja expresarse, es intuitivo, emana buena onda y te inspira. Te invita a ser parte sin decírtelo, te da la bienvenida a su momento presente.

Creo que de alguna forma el buen arte logra incluirnos, como en este caso el de NO ME BAÑO. Su obra nos incluye, nos da la bienvenida a su universo. Y esto conlleva cierta contradicción: porque para incluirnos tienen que crear y exponerse y mirar la vida a través de un prisma de emociones. De alguna manera es esa honestidad la que nos devuelve ante este mundo trágico y podrido un poco de belleza, aventuras y sueños.

Siguiendo con esta lógica las Moskas nos cuentan que por ejemplo un día típico en sus vidas es una mezcla exacta entre dulce y salado: “un día estamos caminando por la calle flasheando ideas, gastando plata en esas boludeces de uber. Otro día estamos robando galletitas al chino con frío pintando un cuadro en el taller o adentro de un lugar calentito, haciendo una muestra en una galería de arte. Y al otro día hay que pagar el alquiler del taller y las expensas y alguna deuda”.

Desde la primera vez que vi un tag de No me baño me volví adicto a su arte. Cada vez que viajaba a Buenos Aires buscaba sus tags y sus grafitis, que tienen algo casi jazzero; hay algo de la velocidad, espontaneidad e improvisación en su arte que me deja perplejo. En cuestión de minutos queda plasmada una nueva pieza con mensajes tan flasheros como: ‘No me pienso bañar ni para verte’, ‘Cuido el agua no me baño’, ‘No me baño vivo a fideos’, ‘Pinto mientras te bañas’, ‘No me baño sexo sucio’, ‘Vivo a pizza no me baño’, y muchas frases más, cada una pintada de diferentes maneras pero preservando su propia estética personal, su propia idiosincrasia. Como los pintores rupestres, ahí van las moskas dejando huella a su paso, nómades del arte.

Recuerdo hace dos años cuando conocí a la Moska 1, acá en Córdoba, una noche helada. Nos encontramos en un bar a charlar como en un film-noir de espionaje. Conversamos acerca de hacer una entrevista y alguna posible colaboración a futuro. Intercambiamos stickers, compartimos unas birras y poco más, suficiente.

A partir de ese momento comenzó un intercambio, esporádico, sin un orden aparente sino más bien librado al azar, o mejor dicho, al destino. “Si la materia se estanca aparecen las moscas para transformarla. Se siente un momento muy libre pintar algo abandonado en el medio de la nada donde sos solo vos y ese espacio. Generar una especie de pokemon go como cuando alguien encuentra esa pieza pero sin siquiera buscarlo, o sí”, comenta Moska 1.

A un buen artista lo hace la originalidad, la técnica, la expresión. Tres ramas que pueden ir para cualquier lado, con la genialidad pudiendo expresarse de cualquier forma. Una vez que está plasmada el resto es estimularse, y no hay nada más estimulante que seguir el corazón.

El corazón puede ser tranquilo, o adrenalínico y puede estar infectado por un millón de tipos de mugres, influencias y diversas materias fecales sobre los que van a zumbar las moskas que van desde pintores como un Francisco de Goya hasta un Carlos Alonso, escritores de grafiti como MQ o Suko, técnicas como el tatuaje, lo audiovisual, el cine, y también la música pero desde una búsqueda más abstracta.

Ambas Moskas compartimos muchas cosas, por ser una amistad tan grande, entre ellas algunas pinturas son en conjunto y otras son más personales. Con el paso de los años nos fuimos compartiendo lo aprendido y se fue mimetizando todo, compartiéndonos datas nuevas que van llegando, hasta que se creó un estilo propio. Uno nunca para de buscar y cuando algo se encuentra se suma a lo que se viene trabajando”, cuenta Moska 2.

A lo primero que responden las moskas es a los estímulos: hoy están acá, ayer en París, mañana en Río de Janeiro pero por lo menos se puede dejar algo muy en claro en el universo que construyen y es que la vida que transcurre la basan eligiendo conmoverse, aprendiendo a estimularse día a día, y siguiendo ese corazón mugroso. “Todo cambia todo el tiempo. Hay que saber cuándo reinventarse y también darse tiempo para que vengan cosas nuevas pero nunca frenar a pensar en eso”, reflexiona.

A veces se escuchan frases comunes cuando estás pintando en la calle como “¡Anda a laburar!” y “¡¿Por qué no vas a pintar tu casa?!”, ¿Ha cambiado algo acerca de pintar en la calle con el pasar de los años? Y contestan, “la visión del otro sobre el que pinta es todo un tabú. Es fácil menospreciar la acción de alguien que está haciendo algo porque tiene ganas y difícil ser consciente de la complejidad sobre el total de su vida más allá de lo que está haciendo en ese momento. En algunas ciudades el grafiti ha logrado posicionarse en las calles con gran aceptación, en otras aún está en camino”.

Luego de un tiempo, para mi sorpresa me llega un mensaje de Moska 2 contándome que venía para Córdoba al festival de graffiti “Las Sierras Graff” que se realizaría en la costanera cerca de la República de San Vicente. Recuerdo que llegué por la tarde, el cielo tornasolado teñía las paredes recubiertas de tags y grafitis, crucé el puente y fui hacia el costado del río. No sabía por dónde bajar, así que me asomé por el borde y ví a una persona vestida con un mameluco que más que de pintor parecía de un piloto de avión de combate. Lo miro y le digo ¿Sos vos? y me contesta ¿Molas?, ¡Sí! respondo, ¡Bajá! me grita. Así que desciendo por una escalera de esas plegables de aluminio. Y con una sonrisa me da un abrazo. Sí, ese abrazo del que les contaba al comienzo de este relato. Te hace pensar, pensar en no andar tanto tiempo maquinando, en andar un poco más liviano, como dice Moska 2 cuándo le preguntamos qué significa o simboliza la mugre para él: “una resaca material o espiritual con distintas enseñanzas, cada uno sabe que hacer con sus acciones, pensamientos o sentimientos para cargar la mugre propia sin joder al resto y ser más consciente”. 

Fue una tarde zarpada, a puro goce.


Texto por Juan Cruz Molas y Molas en colaboración con Joaquín Franco.
Imágenes cortesía de Las Moskas.

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WEB / IG NMB / IG Las Moskas


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