GAFFACAN

(recomendamos darle play y leer la entrevista completa mientras escuchas este disco)

Gaffacan es un músico ambient con base en Córdoba que en sus últimos discos se ha dedicado a explorar paisajes sonoros entre la penumbra, la abstracción, el absurdo y la naturaleza. El artista habló con Subterráneo de una afición que surgió como curiosidad y hoy se refleja en una escena.

Noviembre, 2016. Tocan Los Espíritus en Studio Theater. El lugar está colmado por la banda del momento, el rock se reinventa en su vieja esencia de blues, quejido y transpiración. Si uno se aleja sigilosamente a mitad del concierto, afuera el escenario es otro: bajando las escaleras se respira una recién nacida noche cordobesa, cada tanto pasa un auto, los semáforos alternan sus colores primarios. Y suena una bocina. El gesto sonoro viene de un auto estacionado con luces apagadas desde el que saludan dos siluetas reconocibles: Javier Goffré alias Gaffacan y su pareja Gabi, que comen papas fritas en la plácida opacidad del coche. ¿Un demorado ingreso al show de la nueva gran cosa? No, la cercanía es pura casualidad: están haciendo tiempo para ver una obra de teatro.


La evocación verídica es apropiada para definir lo que hace Gaffacan: música ambiental, espacial, atmosférica, etéreamente concreta, renuente a alardes rítmicos, textuales o narrativos. “Rock sin rock”, como lo llama Andrés Asia alias Nonoise79, referente de la tendencia en Córdoba y socio de Gaffacan en el sello Sonido Atmosférico. Como en aquella vigilia inadvertida y desplazada del centro de atención de la avenida Chacabuco, la música sonora o el sonido musical de Gaffacan opera en las banquinas de la canción, la emoción, el sentido, desintegrándolos en un acto tan pacífico como radical, tan serio como burlón. El nombre Gaffacan viene de Gafican, el perro con gafas de la novela La vida después de Dios de Douglas Coupland que un padre inventa como protagonista de un cuento para su hijo, si bien la ausencia de inspiración deja al can sin historia.

Arte sonoro del espacio, la naturaleza, la máquina, la vida después de Dios (y la estrella de rock). Una narración sin personaje, sin más causas y efectos que la presencia continua de una intermitencia, un fluir, un mínimo subibaja de texturas y frecuencias, reflejos sinuosos que se dibujan como un paisaje en los lentes de un perro impasible que mueve la cola en cámara lenta.

​En efecto, Gaffacan define a su creación como paisaje sonoro, subgénero panorámico del ambient en el que se ha concentrado en su última etapa, en los discos Esas nieves son de nube (2012), Los viajes del pescador antártico (2014), Desierto inundado (2015), Paso de aves (2016) y el reciente Las sombras largas. En su primer disco, La gran estafa del lo fi (2007), grabado hace 10 años con una cámara VHS, todavía sobrevivía un formato canción arrastrado de incursiones en el pop o el punk. Las sombras largas cierra así y todo un círculo de austeridad analógica, en tanto se registró con una portaestudio de cuatro canales y se mezcló después en vivo. Hoy Gaffacan es el médium de un paisaje reconocible tejido con la picardía de lo simple, lo evasivo, lo tímido, lo conmovedor.

Goffré inició la mudanza de su doble efe a Gaffacan en épocas de MySpace, cuando rastreaba música incidental para sus números de circo, oficio escénico al que se dedica hasta el día de hoy. En las incipientes redes se encontró con artistas ambient y minimalistas que lo atrajeron, y la investigación y curiosidad hicieron el resto. Otra influencia determinante fue John Cage, cuyo famoso silencio de 4 minutos y 33 segundos es más un chiste zen (como el aplauso con una mano de J.D. Salinger o el perro con anteojos y sin historia de Coupland) que una ocurrencia pretenciosa.

​“Desde el dadá al punk la idea es la misma. Señalar lo absurdo del universo, del mundo, de las relaciones humanas a través del arte. Cage hacía eso, conciertos con pianos de juguete, herramientas de cocina. Frank Zappa también usaba la ironía y el humor. Es un signo de inteligencia y sabiduría no mostrar lo que hacés como un gesto solemne sino como una broma”.

​“Soy ateo. Vivimos en un mundo completamente absurdo, un error que no debería haber ocurrido. Yo lo tomo del lado divertido, hay gente que por lo mismo se ha pegado un tiro”, dice.

Gaffacan habla en el living de su casa en el barrio noroeste de Granja de Funes, donde Subterráneo fue a entrevistarlo. Allí sigue: “Al meterse en una cámara de silencio John Cage se dio cuenta que no existe el silencio físicamente, su teoría dice que el silencio es el abandono de la intención de oír. Fue una de las cosas más reveladoras que leí. El filtro está en nosotros, en cómo filtramos las ideas. Si no filtramos todo lo que suena sería un quilombo, nos explotaría el cerebro”.

La música de Gaffacan surge entonces de la conciencia de la imposibilidad del silencio y la simultánea artificialidad del sonido, pero también del descubrimiento de que todo lo que suena es un milagro, una rareza, algo vivo, primario e incomprensible. El ambient –que aparece cuando el melodrama histérico de la canción termina- es una apertura sincera al mundo, una eterna pregunta, un ensimismamiento que abarca todo lo visible. “Los sentidos en general están apagados por la vista, más ahora. El sonido nos rodea todo el tiempo, estamos atravesados por frecuencias. Uno puede pararse en cualquier lugar y en un ratito pasan mil historias. Hay que estar atentos, ver cómo eso que nos atraviesa va cambiando. El arte es interpretar esos efectos”, señala.

«El sonido nos rodea todo el tiempo, estamos atravesados por frecuencias. Uno puede pararse en cualquier lugar y en un ratito pasan mil historias. Hay que estar atentos, ver cómo eso que nos atraviesa va cambiando. El arte es interpretar esos efectos» — Javier Goffré aka Gaffacan.

La naturaleza es una presencia omnipresente –nunca literal- en las creaciones de Gaffacan, que nació y creció en Bell Ville. “Siempre me gustaron los sonidos de cuando te despertás a la mañana. En el pueblo sabía qué vecino pasaba, qué auto, a quién ladraba el perro. Mi abuela después de hacer las compras pasaba con un carrito de supermercado de alambre que hacía un ruido terrible en la calle de tierra. Me crié cerca del monte, a la orilla del río, con el sonido del agua, vivía cerca de un dique. La infancia, la forma en que uno está criado se manifiesta. La velocidad de hacer las cosas, la lentitud de pueblo, renegaba de eso y ya no reniego. Es algo natural, no tengo ritmo de ciudad, tengo ritmo de pueblo. Lo que hago es de velocidad lenta, me gusta la penumbra, los zumbidos sombríos. De chico me pasaba sentado con una caña de pescar un día entero sin sacar nada pero me imaginaba al pez que se acercaba, mi cabeza daba vueltas alrededor de la carnada, esa cosa turbia y oscura me gusta. Nunca lo cristalino, lo nítido, lo claro. Hay un ambient conciso y directo, que dice cosas bien concretas. Lo mío es más abstracto, una neblina”, reconoce el músico.

Y completa: “El ambient tiene esta cuestión de que es generalmente individual. Hay grupos, dúos, pero por lo general es algo personal. Es una forma artística como la pintura, la escritura, es difícil hacer un libro entre dos personas. Me gusta lo que hace la gente del sello 12k, como Taylor Deupree. De acá me gusta Federico Durand. Hay otros artistas que me interesan y tienen muchísima trayectoria y van cambiando, como Ryuichi Sakamoto. Hay muchos en Rusia, en el norte de Estados Unidos, en Canadá. Es una música que se da en lugares de mucho frío, gente encerrada que tienen estudio en su casa y que a través de una ventanita van pintando un paisaje”.

El recogimiento ambient no impidió que Gaffacan extienda lazos con una comunidad local ampliada que incluye a artistas del rubro como Nonoise79 y otros que se dedican a las canciones y para los que ofició de productor, entre ellos Pablo Mariño, Sergio Alasino o Pinkerton. “Lo de productor de discos es de puro guapo, me enganché porque sinceramente me gusta, más que nada para ayudar a registrar cosas. Es ofrecerme para que las grabaciones no se pierdan. Es un modo de amistad –apunta Gaffacan-. Y toco en vivo porque el ‘Nono’ (Andrés Asia) me obligó”.

Y cierra: “Con Andrés nos damos una mano, el sello es colaborativo y nos va bien. En Córdoba hay un ambiente, nos fuimos encontrando. Conocí a Luis Toro, por ejemplo, que me invitó a tocar, viene del ámbito académico y es súper abierto, y así conocí a los chicos del Sotánico y espacios como La Cúpula, Casa Trece. Gente del palo del noise, el ambient, la electrónica y el breakbeat. Ambient duro no hay, algo que se pueda decir un movimiento. Y está bueno que siga así, porque sino todos se empiezan a separar y a decir ‘yo con esos no me junto’. Tenemos muy poco tiempo como para cerrarnos y creer que tenemos razón en algo, cuando no tenemos puta idea de nada”.


Entrevista por Javier Mattio

Fotografías por Juan Cruz Molas y Molas
​Música por Gaffacan

gaffacan.bandcamp.com


SUBTERRANEO