GUILLERMO FRANCO

Bajo la mesa, sus pies hacían movimiento, no se había desplazado de su asiento, pero mentalmente estaba corriendo, se mezclaba con la multitud. Volvió a mirar la cartelera, aquella era el reflejo de su colosal destino, era la roca contra la cual se estrellan los días.  Recordó que sólo hacía diez minutos mucho había cambiado en él. Se había vencido a sí mismo.

En la formación de toda persona hay una escuela desconocida e invisible que guía sus pasos. Guillermo Franco reunió fotográficamente algo de su historia y la de su ciudad, originando un trabajo que, titulado ‘Allí mis pequeños ojos’, forma parte del retrato de nuestra cultura, de una introspección humanista sobre nuestra época. Además programa, desde sus orígenes, el Cineclub Municipal Hugo del Carril. Cómo se mira a sí mismo se evidencia en este diálogo exclusivo con Subterráneo.


INFANCIA

Maravillosa, feliz; si ustedes ven una impronta humanista en mi trabajo, me alegro. ‘Humanismo’ es una palabra que me hace cosquillas a los oídos, me simpatiza. Siempre digo que tuve / tengo los mejores padres del universo. Mis imágenes reflejan esa ternura, que bienvenida sea. Me gusta creer que mi primera fotografía es una que aún conservo: se lo ve a mi papá conduciendo un automóvil; se la ve a mi mamá en el asiento del acompañante, contenta; se lo ve a mi hermano mayor, a mi lado, en la parte trasera, haciendo morisquetas. Esa instantánea rememora, al menos para mí, un momento de felicidad inconmensurable.

MIRADOR

No me considero artista, me gusta pensar que soy un simple fotógrafo. La palabra artista me provoca escozor, me despego de ella. Nunca tuve pretensiones artísticas, ni tampoco intenciones documentales. Simplemente miro, me place mirar, y la fotografía es una disciplina del orden del mirar. Recuerdo a Ramón Gómez de la Serna afirmar: “No soy ni pensador ni escritor, soy mirador”. Con la fotografía soy eso, mirador.

EL INSTANTE DECISIVO

Si estudiaron a Henri Cartier-Bresson, y mis fotografías les hacen relacionarme a él, se los agradezco. Pero estoy a una distancia sideral del maestro. Cartier-Bresson fue el ‘padre’ de la fotografía humanista, y de él yo sólo… aprendí mucho, muchísimo. En un documental, alguna vez, lo vi salir a la calle sin película en la cámara. A veces encuadraba y ‘hacía fotos’ (entre comillas) que nunca existirían. Pensé que se burlaba, que bromeaba. Con el tiempo vislumbré algo importante en aquel hecho. Cada tanto lo emulo, salgo a la calle con cámara (analógica) sin rollo, y miro; miro y obturo, obturo y percibo, percibo y respiro, respiro y vivo. Fotografiar es mirar, no lograr buenas fotografías.

Otro aprendizaje de Cartier-Bresson: en todas las escuelas de fotografía se enseña la Ley de Reciprocidad, tres variables (diafragma, velocidad de obturación, y sensibilidad de la película) conjugadas para lograr una imagen técnicamente correcta. Bresson habló de otras tres cuestiones igual de confluyentes: corazón, cabeza y ojos. Decía que fotografiar es poner en el mismo punto de mira eso: corazón, cabeza y ojos. Tradujo una regla puramente técnica en un pensamiento poético.

Me atrevo a decir que me interesa más el Cartier-Bresson filósofo que el fotógrafo. Esta cita también le corresponde (y la suscribo): “Hay niños que pintan de maravilla y luego, en la pubertad, se acabó, abajo el telón. Cuando ya has aprendido cómo se hace, necesitas toda una vida para rescatar, no ya la pureza infantil, pues eso no se recupera, sino las cualidades del niño”.

"Simplemente miro, me place mirar, y la fotografía es una disciplina del orden del mirar. Recuerdo a Ramón Gómez de la Serna afirmar: “No soy ni pensador ni escritor, soy mirador”. Con la fotografía soy eso, mirador".
Guillermo Franco.

ENCASILLAMIENTOS

Insisto, cuando mis imágenes se despejan de nubosidades artísticas y se despojan de nebulosas testimoniales, entonces brillan por lo que son: fotografías. Lo bello es invisible, y lo real inaprehensible, y sin embargo mis fotografías son verdaderas, como la vida misma.

¿DÓNDE MUEREN LOS ELEFANTES?

Antes de morir, los elefantes, por instinto, buscan fuentes de agua. De acuerdo con la leyenda africana, el cementerio colmado de marfil es un mítico lugar donde se creía que, al envejecer, y tras despedirse de sus manadas, iban a pasar sus últimos días los elefantes moribundos. Yo siempre pensé copiarles. Como buen mediterráneo, veo el mar y lloro. Entonces anhelo transcurrir mis últimos años frente al océano, enfrentado al agua. Pero a diferencia de los elefántidos, que del reino animal -se dice- son los más memoriosos, yo soy un olvidadizo importante. Y para el momento en que parta de Córdoba quiero almacenar (para llevarme) imágenes de lo que he percibido al crecer. Escenas de lo vivido. Captadas por mí, por nadie más. Comencé a fotografiar mis pasos con ese horizonte. Y aquí me tienen, soy un elefante al que aún no le ha llegado su hora.

INTENCIONALIDAD POLÍTICA

Si consideramos a la política como un modo de resolución de conflictos y de transformación de la sociedad, pienso que mis labores (fotográfica, cineclubística) no persiguen tales intenciones, y ciertamente no logran resolverlas. Dudo que mis imágenes o mis decisiones como programador cinematográfico vayan a modificar algo. De lo que sí estoy seguro es que fotografía y cineclubismo me cambiaron, a mí, para siempre. Y ya lo dijo Paulo Freire: “La educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar al mundo”.

PERIODISMO LOCAL

Estudié Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba. Practiqué y disfruté del periodismo, durante años. Pero sería irresponsable de mi parte contestar qué cultura periodística tenemos los cordobeses. Lo más inteligente que puedo hacer ante tal interrogante es no contestarlo. Eso sí, cada sociedad tiene el periodismo que se merece.

CINECLUB MUNICIPAL HUGO DEL CARRIL.

Es el sueño del pibe, el mío al menos. Cuando lo iniciamos -hace ya más de 15 años- ni siquiera imaginábamos lo que ha llegado a ser. El único combustible que lo encendió fue el amor al cine. Procreamos, lo seguimos haciendo, el maravilloso virus de la cinefilia. Es el lugar donde nos permitimos disfrutar y pensar, a través de las películas, y hacer extensivo ese goce a otras personas. En Buenos Aires hay dos sitios similares que yo reverencio: la Sala Lugones del Teatro San Martín, y el Cine del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Sobre todo respeto y admiro la labor de sus programadores: Luciano Monteagudo (por Sala Lugones) y Fernando Peña (por Malba). Son dos faros que me iluminan.

ACCESO AL CINE

Pienso tres factores fundamentales. Uno de ellos es la continuidad: el Cineclub Municipal exhibe películas a diario. No es un mega-evento de diez o quince días al año. Es algo permanente, constante y sostenido en el tiempo. Otra cuestión es la accesibilidad económica, el bajo costo de la entrada. El Cineclub Municipal mantiene un precio de ingreso a sala… por lo menos accesible. Y el tercer factor es la calidad, de las películas y de la proyección. El Cineclub Municipal no tiene nada que envidiarle a otras salas de primer nivel.

PROGRAMACIÓN

Hay que mirar mucho, y poner en práctica varios verbos: leer, estudiar, analizar, pensar, cuestionar, reflexionar, desear, amar, emocionarse, recrearse, instruirse, divertirse, soñar… Mirar es un poco todas esas acciones. No hay una fórmula unívoca para programar un cineclub. Hay, sí, que confiar en uno, y creer en lo que uno hace, o hacer aquello en lo que uno cree. Cada tanto vuelvo a ver un documental llamado “Citizen Langlois” (1995), rodado por Edgardo Cozarinsky, sobre Henri Langlois, cofundador y programador de la Cinemateca de París. Ese trabajo es casi mi manual de estilo, porque visualiza un montón de experiencias acumuladas por alguien que creó un espacio único, increíble. Alimentó la pasión por el cine de mucha gente. Ojalá con el Hugo del Carril se logre algo parecido.

CINE CORDOBÉS CONTEMPORÁNEO

Sumamos día a día, de a poco, cantidad y calidad. El Cineclub Municipal proyecta con asiduidad producciones cordobesas. Es un privilegio y una obligación exhibirlas. Es un placer programarlas, y un orgullo que existan. ¿Sobreproducción? Creo entender por qué me lo preguntan… Los tiempos han cambiado. Antes se filmaba menos, pero (en proporción) no se lograban mejores obras. Hoy las condiciones de realización han permeado. Quizás eso genere cuantía, y, en la abundancia, claro, intentos fallidos. Pero afortunadamente es así. Se ha democratizado la realización. Bienaventurada sea para nuestra sociedad la posibilidad de filmar, de narrar audiovisualmente historias que nos interpelen. Que sus hacedores sean cuantiosos y diversos. Que haya pluralidad de discursos. En el conjunto, seguro, surgirán más chances de películas importantes.

Creo, además, que las realizaciones autóctonas no deben sopesarse con las producciones porteñas. El cine cordobés contemporáneo debe transitar su propio camino, dar cuenta de sus interrogantes. Hoy goza de buena salud, y construye su fisonomía y su idiosincrasia con talento suficiente.


Introducción por Marcio Parks
Entrevista por Marcio Parks y Juan Cruz Molas y Molas
Fotografía editorial por Juan Cruz Molas y Molas

Fotografías cortesía de Guillermo Franco
www.cineclubmunicipal.com


SUBTERRANEO